MENSAJE QUE EL DOCTOR VICTORINO MÁRQUEZ BUSTILLOS
PRESIDENTE PROVISIONAL DE LOS ESTADOS
UNIDOS DE VENEZUELA
PRESENTA AL CONGRESO NACIONAL DE 1919.
Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:
Cuando me ocupaba en la redacción de este Mensaje, el infortunio,
en su forma más cruel, visitó mi hogar, arrebatándome a mi excelente e
inolvidable compañera; y, por tanto, para acatar el mandato legal que vengo a
cumplir, he necesitado sobreponerme a la congoja abrumadora que experimento. De
ahí que demande vuestra benevolencia para que disculpéis las deficiencias que,
dada la actual conturbación de mi espíritu, hallaréis en estas páginas.
Es esta la quinta vez que vengo a rendiros cuenta de los actos
emanados de la Presidencia Provisional de la República, pero nunca fueron como
ahora de tan palpitante interés las circunstancias que siempre han magnificado
las solemnidades como ésta, en que el Magistrado cumple un deber legal y sus
jueces en el orden administrativo y político, ejercen una de las atribuciones
que les confiere nuestra Constitución en su artículo 57.
En efecto, son de singular importancia los momentos que discurren
en la marcha ordenada y próspera de la vida nacional. Atrás hemos dejado la
inmensa sombra negra que proyectó en la Tierra el Ángel de la Muerte. Sobre los
despojos humanos esparcidos en el gigantesco campo de batalla en que pueblos y
razas contendieron, por cima de los mares enrojecidos con la sangre de los
combatientes y con la de víctimas que inmoló una Némesis implacable, radiante
entre la enorme espiral de humo surgida del gran holocausto, desciende hacia
las naciones ayer en lucha el Numen de la Paz.
Advenimiento de tal magnitud, que considerábamos en nuestro
Mensaje del año pasado y en los anteriores como una lejana esperanza, se
avecina hoy como una espléndida realidad. Venezuela lo recibirá con júbilo
inenarrable, porque rehabilitada en todos los órdenes de su existencia pública
por el patriotismo insigne del General Juan Vicente Gómez, tiene fe absoluta en
el futuro que se dilata ante nosotros, como ante la América entera y todo el
Viejo Mundo, rico en promesas de bienestar y de grandeza.
La época, ciudadanos Senadores y Diputados, no puede ser más
propicia para que afiancemos los triunfos logrados por la Causa y por su Jefe
Benemérito. La paz es el primordial de esos triunfos. Obtenida entre nosotros
en 19 meses de cruento batallar por el guerrero victorioso a quien me acabo de
referir, mantenida por él en esta tierra legendaria donde el arresto bélico que
alienta en los corazones se ha trocado en fuerza impelente de toda empresa
productora de riqueza, perderla equivaldría a destruir tantos bienes derivados
de ella y que sólo a su sombra viven y prosperan.
Paz es la palabra que vibra por el ámbito de ambos hemisferios,
desde el recinto del Palacio de Versalles hasta los confines del planeta, con
poder tan avasallador que las voluntades más rebeldes se someterán a su
influjo. Ya la deidad augusta, bajo cuyo amparo los individuos y las
colectividades se vinculan fraternalmente, no será más objeto de profanación
sino potestad soberana a que ocurran los pueblos después de los sufrimientos
inauditos que han padecido, para acogerse a su influencia tutelar. Si hasta
ayer no más la ambición desatentada de mando y la sed de conquistas territoriales
no reconocían otros límites que los trazados por la fuerza y se hacía befa del
pacifismo con las socorridas frases: paz
armada, preparación en la paz para la guerra, paz de Varsovia, de hoy en
adelante aquellas frases serán proscritas como otras tantas herejías y no se
hablará sino de la Paz de las Naciones.
Nosotros hemos demostrado evidentemente en el transcurso de ese
período doloroso de más de cuatro años de guerra porque acaba de pasar la
humanidad, que no somos ya la democracia turbulenta, fácilmente empujada a la
matanza desde 1830 a 1901 por los caudillos que vinieron rigiéndola a su
antojo. En la cruenta tragedia que comenzó en agosto de 1914 y vino a finalizar
en las postrimerías del año pasado, no fuimos actores. El pueblo venezolano
logró mantener la neutralidad que asumió al iniciarse la titánica lucha y
vosotros, ciudadanos Senadores y Diputados, sancionasteis reiteradamente con la
soberanía de vuestros sufragios la voluntad popular. Si procedimos de aquella
manera no fue por cálculos de egoísta indiferencia ante los esfuerzos que
hacían los defensores de una causa justa para oponerse a los que la atacaron.
Un superior mandato de vuestra conciencia nos impuso perseverar en el propósito
de mantener a Venezuela sin injerencia en la terrible guerra. El Programa de
Rehabilitación Nacional funda todos sus postulados en una necesidad esencial:
la Paz. Apartamos de esa norma hubiera sido minar la base de los progresos
alcanzados en una paciente y metódica labor de años. A la par de consideración
de tanta entidad tuvimos presente otra de mucho peso: éramos más útiles a la
Causa de la Humanidad en nuestra condición de neutrales, prestos a dar el
producto de nuestros fértiles campos a las democracias hermanas -aptas para la
lucha por ser poderosas militarmente- tan pronto como se hubieran visto en el
caso de pedimos aquel contingente. Pero no lo hubiéramos podido aportar si el
instinto bélico, latente en todo corazón venezolano, se hubiera desatado para
hacemos abandonar la azada por el fusil. Empero, el justificado propósito
pacifista que nos animó a ser neutrales benévolos como colectividad política,
dejó en libertad y hasta estimuló a los hijos de esta patria nacida al calor de
los Derechos del Hombre, para que fueran a ofrendar su sangre en aras del mismo
rabioso ideal de que fue paladín Francisco de Miranda. Sabéis, ciudadanos
Senadores y Diputados -porque eso es público- cómo uno de los Ayudantes del
General Juan Vicente Gómez, Presidente Electo de Venezuela y Comandante Supremo
de su Ejército, se dirigió, con la anuencia de su Jefe y ayudado por él para
que perseverara en su intento heroico, a las regiones devastadas de la Francia
republicana a combatir, como digno subalterno del gran patriota venezolano,
hasta caer sin vida pero gloriosamente entre los bravos legionarios de la
Revancha.
Fenecido el terrible proceso de la guerra que conmovió al mundo,
la paz se impone con el único imperio grato a las naciones: el de la
fraternidad universal. Los estadistas y los legisladores de ambos hemisferios
se ocupan con la ingente obra de evitar nuevas guerras a la humanidad. Por
fortuna nosotros estamos debidamente preparados para contribuir a la magna
empresa, manteniendo nuestra paz interna. Al frente de un Ejército disciplinado
y consciente tenemos al Pacificador de Venezuela, General Juan Vicente Gómez,
quien además, está ungido con el voto unánime de sus conciudadanos, libre y
espontáneamente consignado por medio de sus representantes legítimos, el
memorable 3 de mayo de 1915, en que fue elegido Presidente Constitucional de la
República. Al General Gómez debemos la paz completa de que disfruta el país,
pues, ya como Magistrado civil o militar, ora como Jefe de la Causa
Rehabilitadora, su idea dominante, traducida en hechos espléndidos, ha sido
velar por el sosiego público y mantener su Patria en existencia armónica con
todos los pueblos cultos del orbe.
Yo sé que no agoto vuestra paciencia al hablaros en los términos
que lo vengo haciendo. Cada uno de vosotros interroga las nuevas orientaciones
que demarcan rumbos al pensamiento humano en la hora actual y de ahí que
escuchéis con interés estas palabras de mi Mensaje. Existe entre los arduos y
diversos problemas que preocupan hoy día a las conciencias un propósito que no
es materia de discusión ni engendra dudas respecto a su conveniencia: el
propósito de que los pueblos no vuelvan a dirimir sus cuestiones -internas o
externas- por el expediente de las armas. Tal intento lo califican de
irrealizable los que todavía se imaginan que la moral es negativa si se aplica a
las relaciones políticas de los individuos y de las naciones. Este es el
criterio de quienes están juzgando los sucesos por su apariencia efímera, hasta
ver en secundarias divergencias de opiniones y en la anarquía temporal en que
se debaten algunos pueblos -que no son otra cosa sino reatos de la gran guerra-
motivos suficientes para sus augurios sombríos. Los verdaderos hombres de
Estado desestiman ese juicio, y como han aprendido mucho en las recientes y
harto dolorosas enseñanzas de la Historia, trabajan antes que todo por fundar
una paz de estructura tan firme que no sea capaz de conmovería el choque de las
pasiones y de los intereses humanos en pugna.
En las circunstancias presentes es ingente, pero no tiene nada de
difícil el deber en que estamos de perseverar como obreros de la paz pública.
En tal virtud, serán buenas cuantas mejoras os sugiera vuestra sabiduría y
experiencia como convenientes para adoptarlas en nuestra legislación y que
tiendan a robustecer los recursos que tiene a la mano el Ejecutivo Federal, en
su condición de guardián del orden y la tranquilidad de los venezolanos.
Haciendo uso de la facultad que me confiere el artículo 80 de nuestro Pacto
Fundamental, os indico la oportunidad de dictar una Ley de Residencia, que
complemente la que dictasteis en vuestras sesiones del año pasado, sobre
Admisión y Expulsión de Extranjeros. Es de manifiesta necesidad legislar acerca
de la materia, porque como queda mencionado en el párrafo anterior, la guerra
ha dejado en algunas regiones de Europa el azote de la anarquía, que no
obstante ser transitoria -pues la oprimen con cerco estrecho las naciones
vencedoras en la reciente lucha- se agita en crispaduras monstruosas y tiende a
supervivir esparciendo sus gérmenes letales en la savia juvenil de pueblos que,
si no padecen la tiranía del Capital sobre el Trabajo ni los achaques del
pauperismo, son más susceptibles que las naciones adultas a confundir la
libertad con la licencia. Agentes audaces de ese linaje de anarquismo andan por
el mundo y ocurren desde el engaño hasta el descaro en su proselitismo nefando.
Defendemos de ese contagio que encontraría entre la turba de los holgazanes, de
los viciosas y de algunos aventureros extranjeros arraigados ya en el país
medios de cultivo muy aparentes, es un deber que llamaré de profilaxia moral,
pues de la misma manera que corresponde a los dirigentes de la cosa pública
velar por la salud física del pueblo, cumple a ellos preservarlo de los males
que pueda adquirir en su índole y hábitos.
Si es de vital interés para nosotros atraer corrientes de
inmigración que importen elementos vigorosos y sanos al organismo nacional y
tratar con el mayor miramiento a la gran cantidad de extranjeros residentes
aquí y factores de nuestro progreso, lo es también redimirnos de brindar
hospitalidad a los aventureros de quienes antes hablé, que se sientan a la mesa
del hogar venezolano, se hartan con su pan, especulan con su riqueza y después
no tienen ninguna suerte de escrúpulos para fomentar revueltas en el innoble
deseo de buscar más pingües ganancias a costa del sudor y de la sangre del
mismo pueblo que les dispensa acogida generosa. La Ley de Residencia que os
indico sancionéis, debe satisfacer en cláusulas claras y terminantes esta
necesidad, y bien acordada con las prácticas del Derecho internacional y con
nuestra legislación sustantiva, ella pondrá en nuestras manos el arma preciosa
que opondremos a esos especuladores sin conciencia, no dejando lugar a
reclamaciones diplomáticas.
Respecto a los holgazanes y viciosos a que me referí, el General
Gómez nos ha dado el ejemplo de lo beneficioso que es perseguir y tratar con
severidad a esos parásitos sociales. Imponerles la santa obligación del trabajo
equivale a sanear moralmente nuestra población urbana y rural, a reducir al
mínimum la criminalidad y a quitar un elemento indispensable a las revoluciones
armadas, pues éstas reclutan sus adeptos en los antros donde medran el vicio y
la vagancia.
Ya sabemos cómo las más poderosas naciones, vencedoras en el
formidable duelo que acaba de reñirse, conciertan una alianza para garantizar
la paz en lo futuro. Esa alianza nos hallará en condiciones que no exagero si
las califico de envidiables, ni consigno una lisonja al declarar que las
debemos al General Juan Vicente Gómez, cuyos procedimientos y prácticas en
materia de Administración Pública, vosotros y todos los buenos servidores de la
Causa de Diciembre hemos tenido el tino de imitar. Como ya os lo advertí, ahora
más que nunca conviene perseverar en la patriótica labor. A vosotros desde esas
curules, a los demás funcionarios públicos y a mí en el ejercicio de la
Presidencia Provisional de la República, a cada quien en su esfera, cumple
tener muy presente este breve mandamiento del Programa de Diciembre: “El
régimen legal que impera nos da derechos y nos impone deberes”. Esto significa
que en el seno de la Causa no hay irresponsables. Vosotros y yo, en los altos
cargos que desempeñamos, como el más humilde empleado en el orden civil,
tenemos muy bien definidas nuestras atribuciones, y en su desempeño nada hemos
de omitir para que la grandiosa labor rehabilitadora, cuyo máximo obrero es el
General Juan Vicente Gómez, culmine hoy día en resultados. Respecto a
responsabilidades, ningún momento es más solemne y oportuno que éste para hacer
yo la siguiente declaración categórica, que es un mentís a las consejas urdidas
por más de un malintencionado: Como Gobernante Nacional he estado libre de toda
coacción al determinarme en mis actos. El primero en robustecer mi autoridad es
el Benemérito Jefe de la Causa, quien sí ha sido en todo momento solícito en
darme los consejos que he pedido a su grande experiencia, también ha sido muy
cuidadoso para no coartar mis funciones ni dejar que ninguno las coarte. Por
tanto, sean las que fueren esas responsabilidades, son mías.
Juzgo que he sido bien explícito en la parte preliminar de este
documento y voy a daros cuenta sucinta de las materias que han cursado por los
distintos Despachos del Ejecutivo Federal y que son pertinentes al Mensaje. De
estos asuntos y de todos los demás relativos a administración y política, os
impondréis detalladamente en las Memorias respectivas.
Las relaciones con los Estados de la Unión no pueden ser más
cordiales y así se han mantenido durante todo el año a que voy a referirme en
esta Cuenta. Prueba fehaciente de la normalidad que impera en aquéllos la da el
hecho de haberse reunido con absoluta puntualidad el 20 de febrero próximo
pasado las Asambleas Legislativas Seccionales, cumpliendo cabalmente con los
deberes inherentes a su cargo.
Del Distrito Federal, gobernado ejemplarmente por el General Juan
C. Gómez, es justo que haga también mención. Este modesto y eficaz Magistrado
presentó hace pocos meses, ante la Cámara Municipal, una Memoria que habla con
irrebatible elocuencia de su excelente administración. La Capital de la
República tiene en el General Juan C. Gómez un gobernante merecedor de los
mayores elogios. Serio, probo, atento siempre a las necesidades públicas para
satisfacerlas, él ha hecho mucho por el mejoramiento moral y material de
Caracas y por tanto, la Causa se enorgullece de contar con servidor tan idóneo
y los habitantes del Distrito Federal están bien hallados con su primera autoridad.
Motivo de duelo nacional fue la muerte del Coronel Alí Gómez, hijo
del Benemérito Presidente Electo de la República y Jefe de la Causa, General
Juan Vicente Gómez. La epidemia de influenza que invadió a Venezuela hace poco
y a la que me referiré en los párrafos siguientes, ocasionó la muerte de aquel
bizarro joven que no obstante sus pocos años se había elevado por propios
méritos a un alto rango en la milicia y obtenido el nombramiento de
Vicepresidente del Estado Aragua. El Coronel Gómez contrajo la enfermedad
porque, fiel cumplidor de las Ordenanzas militares y animado de un
característico desprecio al peligro, estuvo aliado de sus tropas que padecían
el mal auxiliándolas personalmente. El 7 de noviembre dejó de existir aquel
noble y valiente guerrero heredero de las virtudes heroicas de su progenitor.
El Ejército venezolano perdió en él a uno de sus más brillantes jefes de
Cuerpo. Desde su Comandante Supremo -que lo quería con el afecto del padre
justamente orgulloso de tal hijo y del superior bien penetrado de las
cualidades de tal subalterno- hasta los soldados, en las filas produjo una
conmoción dolorosísima a la muerte del Coronel Alí Gómez, porque nuestros
veteranos le profesaban cariño entrañable. Y no sólo el Ejército ha deplorado
tan inmensa desgracia. Si los elementos militares de la Causa de Diciembre
veían en el Jefe del Regimiento “Sucre” una legítima esperanza, también los
elementos civiles de ésta sabíamos que en el Vice-presidente de Aragua habían
muchas promesas halagüeñas para lo porvenir. La Rehabilitación Nacional nunca
se cansará de lamentar aquella muerte.
A mediados de octubre del año pasado comenzó a azotamos el
terrible flagelo de la peste conocida generalmente con el nombre de influenza y
que con carácter de pandemia ha recorrido el mundo. Para dominar esta gran
calamidad no se han omitido esfuerzos, y atento el Ejecutivo Federal a los
siempre oportunos y atinados consejos del Jefe de la Causa y Presidente Electo
de la República, General Juan Vicente Gómez, dictó todas las medidas necesarias
para combatir el mal. Previamente se nombró una Junta de Socorros compuesta de
miembros honorables de esta sociedad, presididos por el Ilmo. y Rvdmo.
Arzobispo de Caracas y Venezuela y se puso a su disposición la suma de Bs.
800.000 para invertirlos en la eficaz campaña sanitaria que se emprendió con
tan plausible fin. Los resultados de esta lucha contra la cruel enfermedad no
se dejaron esperar y fue extirpada en Caracas como lo ha venido siendo en todas
las demás partes del país. Sólo unas semanas duraron en esta Capital los
estragos de la horrible epidemia, porque todos sus habitantes, sin distinción
de clases, secundaron la acción del Gobierno y atendieron a la palabra del Jefe
de la Rehabilitación para alistarse entre las filas de los defensores de la
salud pública. Como en Caracas, en los otros lugares de Venezuela ha sido breve
la duración del flagelo, pero son muchas sus víctimas y grande el número de
familias que visten luto por causa de aquella calamidad.
El 17 de diciembre del año pasado se expidió un Decreto declarando
duelo oficial la muerte del distinguido servidor de la Causa y Presidente
Constitucional del Estado Miranda, General Antonio B. Medina.
El 30 de diciembre nombré Secretario General de la Presidencia
Provisional de la República al doctor Elías Rodríguez, ciudadano de muchos y
relevantes méritos, entre los cuales se destacan su aquilatado partidarismo por
el Jefe y por la Causa y su reconocida inteligencia e ilustración. El ha venido
desempeñando el cargo a entera cabalidad y con una absoluta consagración a sus
deberes.
Esta parte de la Cuenta que os rindo se singulariza por un hecho
insólito en las manifestaciones de la opinión pública. Si bien es cierto que
todos sabemos cuánta es la popularidad que ha adquirido el Benemérito Jefe de
la Causa de Diciembre entre sus conciudadanos -popularidad que ha ganado con
las más brillantes ejecutorias en 19 años de eminentes servicios a la Patria-,
hasta ahora no se había revelado ese prestigio en la faz que acabamos de
presenciar. Bastó el rumor ingrato de que algunos malos hijos de Venezuela
fraguaban maquinaciones vergonzosas con el fin de perturbar el orden público,
para que palpáramos esa manifestación inequívoca de la fe que inspira el
General Juan Vicente Gómez y de la eficacia con que ha logrado rodear su
autoridad de cuánto vale y constituye la fuerza efectiva en el país. El alto
comercio de Venezuela, lo más sobresaliente en sus colectividades productoras
de riqueza y bienestar, de la manera más espontánea han declarado su adhesión
al Presidente Electo de la República y Comandante en Jefe del Ejército. Esta
declaración, tan explícita como elocuente, emana de personas absolutamente
libres de la influencia oficial y exentas de ambiciones o cálculos políticos.
Ella viene a comprobar, con avasalladora evidencia, cómo elementos integrantes
de la actividad nacional, que en épocas pasadas se mantuvieron en discreto
alejamiento de los asuntos públicos o fueron hostiles a situaciones anteriores,
se alían hoy, esforzada y categóricamente, al Ciudadano lleno de probidad y de
merecimientos que desde las alturas del Poder ha redimido a la Administración
Pública de la condición de feria de intereses políticos en que estuvo en
aquellas épocas, para restituirla a su rango de centro directivo de la vida
normal y próspera del Estado. El General Gómez, que es el trabajador culminante
e infatigable en la obra de hacer grande y venturosa a su Patria tiene, pues,
en los demás venezolanos que directa o indirectamente contribuyen al mismo fin,
un ejército sin fusiles ni cañones con que garantizar también la paz de la
República.
Con fecha 26 de enero el Ejecutivo se asoció al duelo de la
familia del doctor Miguel Parra Picón, meritorio ciudadano que ocupaba entre
vosotros la curul de Senador Principal por el Estado Mérida y desempeñaba en el
Ministerio de Relaciones Interiores el cargo de Consultor.
En el campo de las relaciones internacionales se han producido
acontecimientos de la mayor importancia para el porvenir del mundo y de
primordial interés para nosotros. La prolongada y extensa guerra que se inició
en 1914 tuvo su desenlace en el mes de noviembre último, con el triunfo militar
de los aliados; y la firma del armisticio puso prácticamente fin a las
hostilidades.
Venezuela, que había seguido las alternativas de la guerra con
alto espíritu de justicia y sentimientos de la más pura fraternidad para los
pueblos en lucha, se apresuró a expresar su regocijo y lo testificó a las
potencias con las cuales tenemos constantes y cordiales relaciones diplomáticas.
Entre tanto, la terminación de la guerra ofrece a Europa y al
mundo entero graves problemas -como queda dicho en la parte preliminar de este
Mensaje. De todos estos problemas el de importancia primordial es hacer
perdurable la paz, tan difícilmente y a precio de tan grandes sacrificios
alcanzada. Para realizar en la vida internacional esa obra de paz durable
fundada en la cooperación de todos los pueblos, el Presidente Wilson, asumiendo
una noble iniciativa, ha propuesto una Liga de las Naciones. Los países que
habían permanecido extraños a la guerra fueron invitados a considerar el pacto
de la Liga en una Conferencia que celebró sus sesiones en París el 20 y el 21
de marzo. El Gobierno de Venezuela fue invitado y concurrió a la Conferencia.
Continúan sobre bases firmes de cordialidad nuestras relaciones
diplomáticas. Con los Estados Unidos son estrechas y francas, y de ello se
benefician las crecientes relaciones comerciales. Está a punto de firmarse un
tratado sobre agentes viajeros de comercio, que responda al deseo recíproco de
desarrollar las relaciones comerciales entre los dos países.
El Gobierno de Venezuela al tener noticia de la muerte del
ex-Presidente Teodoro Roosevelt, quiso dar en este momento de duelo nacional a
los Estados Unidos de América, una prueba de su tradicional e inalterable
amistad. El Ejecutivo Federal declaró motivo de duelo público el fallecimiento
del ilustre hombre de Estado y las manifestaciones de pésame fueron solemnes y
de expresiva sinceridad.
Con los demás países americanos se establecen rápidamente nuevos y
fuertes vínculos. Hemos concluido con Bolivia un Tratado de Arbitramento
general y obligatorio. Confirmando en la práctica el principio del arbitraje
para la solución de los problemas internacionales, permanecemos fieles a
nuestra tradición diplomática y damos al porvenir una prenda de paz.
Se conservan sin alteración las excelentes condiciones del trato
diplomático entre nuestro Gobierno y el de Colombia. El proceso de arbitramento
relativo a la ejecución del Laudo de 1891, sigue su curso conforme a los lapsos
y reglas fijadas por el Árbitro, en un ambiente de armonía y cordialidad.
Nuestro Gobierno se hizo representar en el acto de tomar posesión de la Primera
Magistratura de Colombia el Excelentísimo Señor Doctor Marco Fidel Suárez,
acreditando al efecto un Plenipotenciario especial. Fue esta señalada prueba de
sincera amistad al país vecino y de singular aprecio para el eminente hombre
público.
A la vez que se ha continuado nuestra política tradicional de paz
y amistad, se ha dedicado señalada atención a los intereses comerciales de la
República en el tráfico exterior. Nunca más que hoy han exigido tales intereses
atención escrupulosa. La situación mercantil del mundo ha cambiado radicalmente,
y de hecho se han planteado nuevos y delicados problemas de orden económico.
Convencido de la excepcional importancia que hoy asumen estas cuestiones, el
Gobierno ha creado en el Ministerio de Relaciones Exteriores una nueva
Dirección: la de Política Comercial, y una Misión destinada especialmente al
estudio, en los Estados Unidos y en Europa, de la situación económica
internacional, para guía de nuestra conducta en tales asuntos. El solo anuncio
de que estamos prestos a contribuir con nuestro esfuerzo al desarrollo del
movimiento mercantil internacional, le ha valido ya al Gobierno el concurso
extranjero y ha despertado vivo interés en los países más directamente
interesados en nuestro comercio.
La política fiscal que adoptó el Gobierno al comenzar la guerra,
es el más elocuente testimonio del acierto con que el Jefe de la Rehabilitación
Nacional previó los males que podían sobrevenir al país y trazó la línea firme
que debían seguir nuestras Finanzas, para arrostrar la crisis y sostener a todo
trance el crédito y el honor de la República. En efecto, mientras que en el
desconcierto universal los Estados han visto aumentarse cada día más el peso
abrumador de sus deudas y disminuir rápidamente los recursos vitales de sus
pueblos, Venezuela ha saldado religiosamente los compromisos de su crédito,
erogando Bs. 19.248.941,47 para pagar intereses y gastos accesorios de sus
Deudas Públicas, y Bs. 20.433.797,18 para amortizar la Deuda Exterior y
cancelar antiguas reclamaciones extranjeras; ha mantenido el equilibrio del
Presupuesto, sin recurrir al aumento de los impuestos; ha conservado en las
Cajas del Tesoro un depósito de más de treinta millones de bolívares en oro, ha
construido grandes carreteras y numerosas obras de utilidad pública; ha
sostenido con decoro sus servicios diplomático y consular; ha atendido con el
desarrollo de su agricultura a las necesidades perentorias de otros pueblos; ha
visto saneadas y embellecidas sus ciudades y sobre todo, a favor de esa firme
situación económica, ha podido ver a su pueblo dedicado durante la guerra a las
faenas del trabajo, al amparo de una paz inconmovible, confiado en la seguridad
de su bienestar y en la grandeza de su porvenir.
Fiel a esa política, el Despacho de Hacienda ha continuado en este
año su perseverante labor de organización y perfeccionamiento de la Hacienda
Pública, simplificando el mecanismo administrativo de los ramos fiscales y
extendiendo a la vez su radio de acción; afirmando el aumento progresivo de la
Renta Interna y poniéndola en capacidad de suplir por sí sola a las más
urgentes necesidades de la Administración; realizando la estricta recaudación e
inversión de las rentas; haciendo más claras, precisas y útiles las operaciones
de la contabilidad fiscal; estudiando y formulando la reglamentación de las
leyes decretadas por el Congreso de 1918, y cuidando de su cabal aplicación, a
fin de que tengan la eficacia prevista por el Despacho cuando expuso los
principios esenciales sobre los cuales debían fundamentarse las nuevas Leyes de
Hacienda.
Llevadas a tal estado de organización y adelanto nuestras
finanzas, podemos orientar nuestra política fiscal y económica hacia los rumbos
que nos señalen los sagrados intereses de la República, en la iniciativa que
tomarán las naciones ansiosas de recuperar las riquezas y grado de civilización
perdidos en la lucha. Las poderosas actividades económicas que van a invadir la
América y a transfundir en ella la aceleración del progreso que exige la paz en
el Viejo Mundo, encontrarán a Venezuela en una sólida situación fiscal que la
permitirá corresponder a todos los estímulos, disponer de cuantos recursos sean
necesarios para movilizar sus riquezas naturales y colocarse por su desarrollo
económico entre las más avanzadas naciones americanas.
En el Departamento de Guerra y Marina se ha continuado, sin
interrupción y bajo la inmediata dirección del Comandante en Jefe del Ejército,
General Juan Vicente Gómez, a cuya competencia corresponde dicho ramo, el
proceso de organización y mejoramiento inicial proseguido por él en el Ejército
y la Marina.
Las guarniciones todas del interior de la República se
reorganizaron bajo el mismo pie de formación y raciones que los Batallones de
las Brigadas, aumentándose en consecuencia los sueldos de las Planas Mayores y
Oficiales al mismo tipo que las de la Oficialidad de las Brigadas.
Se fundaron enfermerías en los Cuarteles de Caracas y Maracay,
dotándolas convenientemente.
De acuerdo con el nuevo Decreto del Reglamento Orgánico y Plan de
Estudios de la Escuela Militar dictado el 1⁰ de febrero del año próximo pasado, se ha reorganizado de un todo
dicho Instituto.
El sólido y hermoso edificio para la Inspectoría y Proveeduría
General del Ejército ha quedado de un todo terminado. Se reconstruyó el Cuartel
Nacional de Maracay; se han hecho reformas sustanciales en el Castillo
Libertador y se ha atendido con el mayor interés a las mejoras y reparaciones
de cuantos edificios militares existen en la República, especialmente los
Cuarteles Nacionales de la Frontera del Táchira, de Barquisimeto, Ciudad Bolívar,
Valencia y La Victoria.
Por Decreto Ejecutivo de 7 de marzo se creó la Jefatura de
Frontera en el Estado Táchira, dictándose las medidas concernientes a la
inmediata instalación de dicha Jefatura.
En el ramo de Marina se terminaron las importantes reparaciones
que se hacían al cañonero Miranda,
vapor Salias y bergantín Antonio Díaz y en consecuencia entraron los buques
mencionados a prestar de nuevo sus servicios en la Armada.
Por Decreto de 7 de septiembre se dictó el nuevo Reglamento para
el Dique y Astillero Nacional de Puerto Cabello, por el cual quedaron
convenientemente reorganizadas todas sus dependencias, las que han venido
funcionando con la regularidad requerida.
El 5 de enero se refundió en un solo grupo la Escuela Naval que
venía funcionando en dos grupos separados, medida tendiente a obtener el mejor
resultado de dicho Instituto.
Los Faros de Punta Brava y Barima han sido notablemente reparados,
habiéndosele construido al segundo una casa capaz para habitación y oficina de
los empleados.
En lo relativo al fomento de las riquezas del país, el Gobierno se
ha mantenido constante en el cuidado que nuestras fuentes de producción
merecen. El desarrollo que han adquirido últimamente nuestra actividad minera,
nuestras industrias y nuestro comercio está en vías de darle a Venezuela
situación envidiable en el comercio internacional.
Restablecido el tráfico exterior, nuevo y más poderoso estímulo
ofrecerá a las fuerzas vivas del país el capital extranjero, atraído por la
confianza que nuestra situación económica le brinda, y Venezuela, a cambio de
tan provechoso estímulo podrá ofrecerle a la industria extranjera materia prima
en abundancia, con sus productos naturales ampliamente explotados.
Al fomento de tales riquezas han contribuido con las facilidades
que prestan a la comunicación entre los diversos lugares de la República, el
servicio postal y el telegráfico, los cuales han sido notablemente mejorados en
el año de la Cuenta.
En materia de Obras Públicas -siguiendo en todo los asiduos
consejos e instrucciones que ha venido dando al Gobierno el General Gómez en su
invariable empeño por hacer el bien de la Patria- el Ministerio respectivo ha
dedicado especialmente su actividad a los ramos siguientes: Vías de
Comunicación, Acueductos y Obras de Saneamiento, todos tres de vital
importancia para el desarrollo de la nación.
En cuanto al primero, pueden mencionarse en término preferente: la
continuación de los trabajos de la Gran Carretera Occidental de Venezuela y el
comienzo de los estudios de la Gran Carretera Oriental; arterias matrices que,
provistas de las vías de penetración, construidas o por construir desde el mar
hasta empotrarse con ellas, y sus ramales hacia el sur, entre los cuales se
cuenta como principales los numerosos ríos navegables existentes en la comarca
tributarios del Orinoco, constituirán la solución definitiva del problema de la
red de vías de comunicaciones de Venezuela.
Las más importantes carreteras de penetración, a que nos venimos
refiriendo, para unir los puertos de nuestras costas marítimas con las dos
arterias mencionadas, son: la Carretera Central del Táchira, ya construida
hasta San Cristóbal, en prolongación del ferrocarril allí existente; la
Carretera Central de Mérida, que debe construirse en prolongación del
ferrocarril de Santa Bárbara a El Vigía, pasando por Mérida y Mucuchíes y luego
por la hoya del río Santo Domingo hasta Barinas; la Carretera Central de
Trujillo, en prolongación del ferrocarril de La Ceiba a Motatán, y que debe
continuarse por Boconó y la hoya del río de este nombre hasta Boconó de
Barinas; la Carretera de La Vela a Coro, continuada por Carora y El Tocuyo y
luego hasta la población de Guanare; la de Puerto Cabello a San Felipe, ya
terminada, y que habrá de prolongarse hasta Barquisimeto y de allí, por la hoya
del río Acarigua hasta la población de este mismo nombre, y también de
Barquisimeto a Trujillo, pasando por Carora, parte que quedará terminada en
este año; la Carretera de Ocumare de la Costa a Maracay, recientemente
construida, y de notable importancia, por ser la vía más corta entre el mar y
el Centro de la República; la de La Guaira a Caracas, reconstruida de modo
completo en estos últimos años; la Carretera de Carenero a Caracas, ya
terminada en la sección comprendida entre esta capital y la población de
Guatire, y que habrá de prolongarse hasta pasar por Valle de la Pascua; la
Carretera de Barcelona, capital del Estado Anzoátegui, hasta Aragua de
Barcelona, pasando por San Mateo; y por último, las de Cumaná a Cumanacoa y
Puerto Francés a Maturín, prolongadas ambas hasta su empalme en Cantaura con la
Gran Carretera Oriental y otras más que omitimos aquí en obsequio de la
brevedad.
Estas son las principales carreteras que han sido objeto de la
atención del Gobierno de la República en el último año, muchas de las cuales
están construidas o en vías de construcción, y otras en estudio. El conjunto de
ellas, incluidas las dos arterias principales, abarca una extensión de cerca de
tres mil kilómetros; hermoso programa que, al estar completamente realizado,
será la notación de progreso más trascendental que se haya dado jamás en el
país.
Parte de este capítulo ha sido el estudio de nuestros ríos desde
el punto de vista de su navegabilidad, para aprovecharlos, debidamente
canalizados, como arterias de nuestra red de vías de comunicaciones; estudio
emprendido por primera vez en Venezuela y que es de la mayor importancia, no
sólo por estar universalmente reconocido que el transporte por agua ha sido
siempre el más fácil y económico, sino también porque él viene a resolver el
interesante problema de las vías de transporte en nuestras llanuras; comarcas
que, por inundarse durante gran parte del año en considerable extensión, hacen
muy difícil, si no imposible, el establecimiento de cualquiera clase de vías
terrestres de servicio permanente.
En íntima conexión con estas importantes materias se halla la
construcción y desarrollo de nuestros puertos marítimos, correspondiendo a esta
cuenta, como trabajos efectuados en el último año, las obras terminadas del
Muelle de Ocumare de la Costa, ya entregado al servicio público; y la reconstrucción
del Muelle de Guanta, obra sumamente interesante que estaba en estado ruinoso y
que se reconstruye actualmente con materiales de concreto armado, de gran
durabilidad y resistencia.
El segundo capítulo de las Obras Públicas que ha merecido
preferente atención del Gobierno en el año retropróximo, y que es no menos
interesante que el primero, ha sido el ramo vital de los Acueductos de nuestras
poblaciones. Terminadas las obras, pudiera decirse trascendentales, de los
Acueductos de la Capital de la República, el Gobierno dictó sin demora un
Decreto ordenando la construcción del Acueducto de La Guaira, principal puerto
de Venezuela, cuya penuria de agua potable era verdaderamente inconcebible,
Decreto que se está hoy ejecutando con la actividad que requiere tan imperiosa
necesidad; y así mismo en la ciudad de Barquisimeto, a más de algunas obras de
mejora realizadas en su actual Acueducto, se estudia la construcción de una
nueva obra, de capacidad diez veces mayor que la actual, tal como lo exige la
importancia de aquella población.
Con respecto al saneamiento de nuestro territorio, que constituye
el tercer capítulo de las Obras Públicas, a que arriba me he referido, es
asunto que ha venido preocupando al Gobierno en grado sumo y acerca del cual ha
elaborado recientemente el Ministerio del ramo un vasto plan, que envuelve el
propósito de llevar nuestro servicio de sanidad a la altura que ha alcanzado
esta importante materia en el mundo civilizado.
Para iniciar la ejecución de este programa ha dictado el Ejecutivo
Federal cuatro Decretos concernientes, respectivamente, a la construcción de
Estaciones de Cuarentena en las cercanías de La Guaira y Puerto Cabello, a la
fundación de un Hospital de Aislamiento en los alrededores de la ciudad de
Caracas, al establecimiento de una Oficina de desinfección dependiente de la de
Sanidad Nacional, y a la instalación de un Horno Crematorio para efectuar la
incineración de los desperdicios provenientes del aseo urbano en la Capital de
la República; asuntos todos, como se ve, de vital importancia desde el punto de
vista de la salud pública.
El primero de estos Decretos, que dispone la construcción de
Estaciones de Cuarentena en dos de nuestros principales puertos, viene a
satisfacer una necesidad pública reclamada ya imperiosamente por las prácticas
sanitarias que rigen hoy el comercio de las naciones; y los otros, referentes
al completo saneamiento de la ciudad de Caracas, envuelven el propósito
altamente progresista de llevar a esta ciudad a la altura demarcada por el
progreso moderno en este interesantísimo ramo, como conviene a la importancia
de la Capital de Venezuela y aun al mismo crédito del país.
Y finalmente, como punto culminante de este programa, en cuya
realización se interesa primero que ninguno el General Gómez, es del caso
mencionar aquí el magno proyecto de las cloacas de Caracas, que el Ministerio
de Obras Públicas ha venido estudiando y preparando en todos sus pormenores,
para su próxima ejecución; obra de Ingeniería sanitaria de grande aliento, que
por su magnitud había sido irrealizable hasta la fecha, y que constituye en el
presente caso un magnífico complemento de las obras hidráulicas realizadas
recientemente en la ciudad, para aumentar y sanear las aguas destinadas a su
abastecimiento. Tal ha sido, descrita a grandes rasgos, la ingente labor del
Gobierno en el importante ramo de las Obras Públicas durante el último año; en
cuya relación se han omitido, naturalmente, multitud de obras de valor
secundario, así como también los pormenores y detalles de los proyectos y de
los trabajos realizados, los que se encontrarán, debidamente especificados, en
la Memoria respectiva.
El Despacho de Instrucción Pública se ha ocupado con el mayor
interés en la efectividad de la enseñanza, fomentando su desarrollo por todos
los medios que ha tenido a su alcance y procurando que revista el carácter
práctico que necesariamente requiere para ser verdaderamente provechosa. Con
este propósito ha reorganizado las Escuelas primarias, muchas de las cuales han
sido transformadas o trasladadas a centros donde eran más necesarias, las ha
seguido dotando del material escolar que las circunstancias han ido
permitiendo, ha estimulado con el apoyo de las autoridades civiles la
asistencia escolar, ha organizado los horarios y programas de enseñanza, ha
hecho más concisa la correspondencia sobre datos estadísticos y funcionamiento
de los planteles en general, creado nuevas Escuelas de Enfermeras en Maracaibo,
Mérida y San Cristóbal, servidas con noble desinterés por un personal que está
dando ya resultados muy halagadores; ha creado Estaciones Pluviométricas,
convenientemente distribuidas en todo el país; ha atendido debidamente al
Internado de las Escuelas Normales y ha cuidado de la inspección técnica en
general.
En Valencia ha sido creada una Cátedra de Modelado Industrial,
como aplicación de la Enseñanza Manual; los planteles graduados de Caracas han
sido provistos de la dotación necesaria para los trabajos en madera; se ha
atendido a la enseñanza práctica en Mérida, gracias a la erogación especial
hecha por vosotros en vuestra reunión del año pasado; se ha creado el curso de
corte y modistería en la Escuela Normal de Mujeres y ha sido ampliado el Taller
de Litografía en la Escuela de Artes y Oficios para Hombres.
El Despacho implantó las reformas que creyó más practicables para
llevar una exacta estadística escolar y presenta, como consta en los documentos
de la Memoria respectiva, los cuadros correspondientes a la asistencia habida
en el año de la Cuenta.
El estado de los edificios ha sido debidamente atendido,
haciéndoseles las reparaciones y mejoras que ha sido posible, algunas de ellas
de importancia, como la construcción de un departamento especial en el
Observatorio Cajigal, donde fue colocado el círculo meridiano; refacciones al
edificio de la Universidad de Los Andes y construcción de una caseta para
gasómetro en la Escuela de Medicina. El Liceo de Niñas ha sido instalado en un
magnífico edificio de propiedad nacional.
Además, el Despacho de Instrucción Pública se ocupó con el mayor
interés en lo relativo a la adjudicación de los Premios “Vargas” y “Cecilio
Acosta”, conferidos, respectivamente, por las Academias Nacional de Medicina y
de Ciencias Políticas y Sociales y en la celebración de la Fiesta del Árbol,
acto en el cual fueron sembrados más de quinientos por la propia mano de los
alumnos en la Estación Experimental de Agricultura, cuya conservación y
progreso ha quedado a cargo del Ministerio de Fomento.
Es de mencionarse muy especialmente el acto de justicia recaído en
la persona del Jefe de la Causa, General Juan Vicente Gómez, al serle conferida
la Medalla de Honor de la Instrucción Pública por Decreto Ejecutivo de 3 de
septiembre de 1918.
A la poderosa iniciativa de tan eximio Ciudadano y a su constante
y patriótico empeño debe nuestra Instrucción Pública el grado de adelantamiento
que ha alcanzado en los últimos años, y de ahí que el país entero acogió el
acto en referencia con las más expresivas demostraciones de aplauso.
Queda expuesta en síntesis la labor administrativa y política del
Gobierno durante el año de que os doy cuenta.
Hoy como ayer he procurado servir de la mejor manera a la
República y a tal fin he tenido siempre como saludable ejemplo la grandiosa
obra verificada desde 1908 por el Jefe de la Rehabilitación Nacional, General
Juan Vicente Gómez, para dicha y grandeza de la Patria. Quienes formamos parte
en la actual situación, para no desviarnos del cumplimiento de nuestros
deberes, tenemos la gran ventaja de poder inspirarnos en aquel ejemplo
integrado por la ejecución práctica, durante diez años, de las siguientes
promesas contenidas en el Programa de Diciembre: Hacer efectivas las garantías
constitucionales, practicar la libertad en el seno del orden, respetar la
soberanía de los Estados, amparar las industrias contra odiosas
confabulaciones, buscar una decorosa y pacífica solución para todas las
contiendas internacionales, vivir vida de paz y de armonía y dejar que sólo la
Ley impere con su indiscutible soberanía. Esta es la norma a que he ceñido mis
procedimientos como Presidente Provisional de la República, con la singular
fortuna de haber estado asistido, cuantas veces lo exigí, por los consejos del
General Juan Vicente Gómez, del eminente Magistrado que concibió aquel Programa
y lo ha venido observando hasta ahora con la aprobación y el apoyo de todos los
hombres de bien.
Recibid mi Mensaje, que finalizo con un voto muy sincero porque
Dios os inspire en vuestra legislatura de 1919.
Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:
V. MÁRQUEZ BUSTILLOS.
Miraflores, 30 de abril de 1919.
(Extraído del Libro “Mensajes Presidenciales”, Tomo IV, 1910-1939,
Presidencia de la República, Caracas, 1971, Págs. 99-117).
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