domingo, 8 de marzo de 2015

MENSAJE DEL DOCTOR VICTORINO MÁRQUEZ BUSTILLOS 1919


MENSAJE QUE EL DOCTOR VICTORINO MÁRQUEZ BUSTILLOS
PRESIDENTE PROVISIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA
PRESENTA AL CONGRESO NACIONAL DE 1919.

Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:

Cuando me ocupaba en la redacción de este Mensaje, el infortunio, en su forma más cruel, visitó mi hogar, arrebatándome a mi excelente e inolvidable compañera; y, por tanto, para acatar el mandato legal que vengo a cumplir, he necesitado sobreponerme a la congoja abrumadora que experimento. De ahí que demande vuestra benevolencia para que disculpéis las deficiencias que, dada la actual conturbación de mi espíritu, hallaréis en estas páginas.

Es esta la quinta vez que vengo a rendiros cuenta de los actos emanados de la Presidencia Provisional de la República, pero nunca fueron como ahora de tan palpitante interés las circunstancias que siempre han magnificado las solemnidades como ésta, en que el Magistrado cumple un deber legal y sus jueces en el orden administrativo y político, ejercen una de las atribuciones que les confiere nuestra Constitución en su artículo 57.

En efecto, son de singular importancia los momentos que discurren en la marcha ordenada y próspera de la vida nacional. Atrás hemos dejado la inmensa sombra negra que proyectó en la Tierra el Ángel de la Muerte. Sobre los despojos humanos esparcidos en el gigantesco campo de batalla en que pueblos y razas contendieron, por cima de los mares enrojecidos con la sangre de los combatientes y con la de víctimas que inmoló una Némesis implacable, radiante entre la enorme espiral de humo surgida del gran holocausto, desciende hacia las naciones ayer en lucha el Numen de la Paz.

Advenimiento de tal magnitud, que considerábamos en nuestro Mensaje del año pasado y en los anteriores como una lejana esperanza, se avecina hoy como una espléndida realidad. Venezuela lo recibirá con júbilo inenarrable, porque rehabilitada en todos los órdenes de su existencia pública por el patriotismo insigne del General Juan Vicente Gómez, tiene fe absoluta en el futuro que se dilata ante nosotros, como ante la América entera y todo el Viejo Mundo, rico en promesas de bienestar y de grandeza.

La época, ciudadanos Senadores y Diputados, no puede ser más propicia para que afiancemos los triunfos logrados por la Causa y por su Jefe Benemérito. La paz es el primordial de esos triunfos. Obtenida entre nosotros en 19 meses de cruento batallar por el guerrero victorioso a quien me acabo de referir, mantenida por él en esta tierra legendaria donde el arresto bélico que alienta en los corazones se ha trocado en fuerza impelente de toda empresa productora de riqueza, perderla equivaldría a destruir tantos bienes derivados de ella y que sólo a su sombra viven y prosperan.

Paz es la palabra que vibra por el ámbito de ambos hemisferios, desde el recinto del Palacio de Versalles hasta los confines del planeta, con poder tan avasallador que las voluntades más rebeldes se someterán a su influjo. Ya la deidad augusta, bajo cuyo amparo los individuos y las colectividades se vinculan fraternalmente, no será más objeto de profanación sino potestad soberana a que ocurran los pueblos después de los sufrimientos inauditos que han padecido, para acogerse a su influencia tutelar. Si hasta ayer no más la ambición desatentada de mando y la sed de conquistas territoriales no reconocían otros límites que los trazados por la fuerza y se hacía befa del pacifismo con las socorridas frases: paz armada, preparación en la paz para la guerra, paz de Varsovia, de hoy en adelante aquellas frases serán proscritas como otras tantas herejías y no se hablará sino de la Paz de las Naciones.

Nosotros hemos demostrado evidentemente en el transcurso de ese período doloroso de más de cuatro años de guerra porque acaba de pasar la humanidad, que no somos ya la democracia turbulenta, fácilmente empujada a la matanza desde 1830 a 1901 por los caudillos que vinieron rigiéndola a su antojo. En la cruenta tragedia que comenzó en agosto de 1914 y vino a finalizar en las postrimerías del año pasado, no fuimos actores. El pueblo venezolano logró mantener la neutralidad que asumió al iniciarse la titánica lucha y vosotros, ciudadanos Senadores y Diputados, sancionasteis reiteradamente con la soberanía de vuestros sufragios la voluntad popular. Si procedimos de aquella manera no fue por cálculos de egoísta indiferencia ante los esfuerzos que hacían los defensores de una causa justa para oponerse a los que la atacaron. Un superior mandato de vuestra conciencia nos impuso perseverar en el propósito de mantener a Venezuela sin injerencia en la terrible guerra. El Programa de Rehabilitación Nacional funda todos sus postulados en una necesidad esencial: la Paz. Apartamos de esa norma hubiera sido minar la base de los progresos alcanzados en una paciente y metódica labor de años. A la par de consideración de tanta entidad tuvimos presente otra de mucho peso: éramos más útiles a la Causa de la Humanidad en nuestra condición de neutrales, prestos a dar el producto de nuestros fértiles campos a las democracias hermanas -aptas para la lucha por ser poderosas militarmente- tan pronto como se hubieran visto en el caso de pedimos aquel contingente. Pero no lo hubiéramos podido aportar si el instinto bélico, latente en todo corazón venezolano, se hubiera desatado para hacemos abandonar la azada por el fusil. Empero, el justificado propósito pacifista que nos animó a ser neutrales benévolos como colectividad política, dejó en libertad y hasta estimuló a los hijos de esta patria nacida al calor de los Derechos del Hombre, para que fueran a ofrendar su sangre en aras del mismo rabioso ideal de que fue paladín Francisco de Miranda. Sabéis, ciudadanos Senadores y Diputados -porque eso es público- cómo uno de los Ayudantes del General Juan Vicente Gómez, Presidente Electo de Venezuela y Comandante Supremo de su Ejército, se dirigió, con la anuencia de su Jefe y ayudado por él para que perseverara en su intento heroico, a las regiones devastadas de la Francia republicana a combatir, como digno subalterno del gran patriota venezolano, hasta caer sin vida pero gloriosamente entre los bravos legionarios de la Revancha.

Fenecido el terrible proceso de la guerra que conmovió al mundo, la paz se impone con el único imperio grato a las naciones: el de la fraternidad universal. Los estadistas y los legisladores de ambos hemisferios se ocupan con la ingente obra de evitar nuevas guerras a la humanidad. Por fortuna nosotros estamos debidamente preparados para contribuir a la magna empresa, manteniendo nuestra paz interna. Al frente de un Ejército disciplinado y consciente tenemos al Pacificador de Venezuela, General Juan Vicente Gómez, quien además, está ungido con el voto unánime de sus conciudadanos, libre y espontáneamente consignado por medio de sus representantes legítimos, el memorable 3 de mayo de 1915, en que fue elegido Presidente Constitucional de la República. Al General Gómez debemos la paz completa de que disfruta el país, pues, ya como Magistrado civil o militar, ora como Jefe de la Causa Rehabilitadora, su idea dominante, traducida en hechos espléndidos, ha sido velar por el sosiego público y mantener su Patria en existencia armónica con todos los pueblos cultos del orbe.

Yo sé que no agoto vuestra paciencia al hablaros en los términos que lo vengo haciendo. Cada uno de vosotros interroga las nuevas orientaciones que demarcan rumbos al pensamiento humano en la hora actual y de ahí que escuchéis con interés estas palabras de mi Mensaje. Existe entre los arduos y diversos problemas que preocupan hoy día a las conciencias un propósito que no es materia de discusión ni engendra dudas respecto a su conveniencia: el propósito de que los pueblos no vuelvan a dirimir sus cuestiones -internas o externas- por el expediente de las armas. Tal intento lo califican de irrealizable los que todavía se imaginan que la moral es negativa si se aplica a las relaciones políticas de los individuos y de las naciones. Este es el criterio de quienes están juzgando los sucesos por su apariencia efímera, hasta ver en secundarias divergencias de opiniones y en la anarquía temporal en que se debaten algunos pueblos -que no son otra cosa sino reatos de la gran guerra- motivos suficientes para sus augurios sombríos. Los verdaderos hombres de Estado desestiman ese juicio, y como han aprendido mucho en las recientes y harto dolorosas enseñanzas de la Historia, trabajan antes que todo por fundar una paz de estructura tan firme que no sea capaz de conmovería el choque de las pasiones y de los intereses humanos en pugna.

En las circunstancias presentes es ingente, pero no tiene nada de difícil el deber en que estamos de perseverar como obreros de la paz pública. En tal virtud, serán buenas cuantas mejoras os sugiera vuestra sabiduría y experiencia como convenientes para adoptarlas en nuestra legislación y que tiendan a robustecer los recursos que tiene a la mano el Ejecutivo Federal, en su condición de guardián del orden y la tranquilidad de los venezolanos. Haciendo uso de la facultad que me confiere el artículo 80 de nuestro Pacto Fundamental, os indico la oportunidad de dictar una Ley de Residencia, que complemente la que dictasteis en vuestras sesiones del año pasado, sobre Admisión y Expulsión de Extranjeros. Es de manifiesta necesidad legislar acerca de la materia, porque como queda mencionado en el párrafo anterior, la guerra ha dejado en algunas regiones de Europa el azote de la anarquía, que no obstante ser transitoria -pues la oprimen con cerco estrecho las naciones vencedoras en la reciente lucha- se agita en crispaduras monstruosas y tiende a supervivir esparciendo sus gérmenes letales en la savia juvenil de pueblos que, si no padecen la tiranía del Capital sobre el Trabajo ni los achaques del pauperismo, son más susceptibles que las naciones adultas a confundir la libertad con la licencia. Agentes audaces de ese linaje de anarquismo andan por el mundo y ocurren desde el engaño hasta el descaro en su proselitismo nefando. Defendemos de ese contagio que encontraría entre la turba de los holgazanes, de los viciosas y de algunos aventureros extranjeros arraigados ya en el país medios de cultivo muy aparentes, es un deber que llamaré de profilaxia moral, pues de la misma manera que corresponde a los dirigentes de la cosa pública velar por la salud física del pueblo, cumple a ellos preservarlo de los males que pueda adquirir en su índole y hábitos.

Si es de vital interés para nosotros atraer corrientes de inmigración que importen elementos vigorosos y sanos al organismo nacional y tratar con el mayor miramiento a la gran cantidad de extranjeros residentes aquí y factores de nuestro progreso, lo es también redimirnos de brindar hospitalidad a los aventureros de quienes antes hablé, que se sientan a la mesa del hogar venezolano, se hartan con su pan, especulan con su riqueza y después no tienen ninguna suerte de escrúpulos para fomentar revueltas en el innoble deseo de buscar más pingües ganancias a costa del sudor y de la sangre del mismo pueblo que les dispensa acogida generosa. La Ley de Residencia que os indico sancionéis, debe satisfacer en cláusulas claras y terminantes esta necesidad, y bien acordada con las prácticas del Derecho internacional y con nuestra legislación sustantiva, ella pondrá en nuestras manos el arma preciosa que opondremos a esos especuladores sin conciencia, no dejando lugar a reclamaciones diplomáticas.

Respecto a los holgazanes y viciosos a que me referí, el General Gómez nos ha dado el ejemplo de lo beneficioso que es perseguir y tratar con severidad a esos parásitos sociales. Imponerles la santa obligación del trabajo equivale a sanear moralmente nuestra población urbana y rural, a reducir al mínimum la criminalidad y a quitar un elemento indispensable a las revoluciones armadas, pues éstas reclutan sus adeptos en los antros donde medran el vicio y la vagancia.

Ya sabemos cómo las más poderosas naciones, vencedoras en el formidable duelo que acaba de reñirse, conciertan una alianza para garantizar la paz en lo futuro. Esa alianza nos hallará en condiciones que no exagero si las califico de envidiables, ni consigno una lisonja al declarar que las debemos al General Juan Vicente Gómez, cuyos procedimientos y prácticas en materia de Administración Pública, vosotros y todos los buenos servidores de la Causa de Diciembre hemos tenido el tino de imitar. Como ya os lo advertí, ahora más que nunca conviene perseverar en la patriótica labor. A vosotros desde esas curules, a los demás funcionarios públicos y a mí en el ejercicio de la Presidencia Provisional de la República, a cada quien en su esfera, cumple tener muy presente este breve mandamiento del Programa de Diciembre: “El régimen legal que impera nos da derechos y nos impone deberes”. Esto significa que en el seno de la Causa no hay irresponsables. Vosotros y yo, en los altos cargos que desempeñamos, como el más humilde empleado en el orden civil, tenemos muy bien definidas nuestras atribuciones, y en su desempeño nada hemos de omitir para que la grandiosa labor rehabilitadora, cuyo máximo obrero es el General Juan Vicente Gómez, culmine hoy día en resultados. Respecto a responsabilidades, ningún momento es más solemne y oportuno que éste para hacer yo la siguiente declaración categórica, que es un mentís a las consejas urdidas por más de un malintencionado: Como Gobernante Nacional he estado libre de toda coacción al determinarme en mis actos. El primero en robustecer mi autoridad es el Benemérito Jefe de la Causa, quien sí ha sido en todo momento solícito en darme los consejos que he pedido a su grande experiencia, también ha sido muy cuidadoso para no coartar mis funciones ni dejar que ninguno las coarte. Por tanto, sean las que fueren esas responsabilidades, son mías.

Juzgo que he sido bien explícito en la parte preliminar de este documento y voy a daros cuenta sucinta de las materias que han cursado por los distintos Despachos del Ejecutivo Federal y que son pertinentes al Mensaje. De estos asuntos y de todos los demás relativos a administración y política, os impondréis detalladamente en las Memorias respectivas.

Las relaciones con los Estados de la Unión no pueden ser más cordiales y así se han mantenido durante todo el año a que voy a referirme en esta Cuenta. Prueba fehaciente de la normalidad que impera en aquéllos la da el hecho de haberse reunido con absoluta puntualidad el 20 de febrero próximo pasado las Asambleas Legislativas Seccionales, cumpliendo cabalmente con los deberes inherentes a su cargo.

Del Distrito Federal, gobernado ejemplarmente por el General Juan C. Gómez, es justo que haga también mención. Este modesto y eficaz Magistrado presentó hace pocos meses, ante la Cámara Municipal, una Memoria que habla con irrebatible elocuencia de su excelente administración. La Capital de la República tiene en el General Juan C. Gómez un gobernante merecedor de los mayores elogios. Serio, probo, atento siempre a las necesidades públicas para satisfacerlas, él ha hecho mucho por el mejoramiento moral y material de Caracas y por tanto, la Causa se enorgullece de contar con servidor tan idóneo y los habitantes del Distrito Federal están bien hallados con su primera autoridad.

Motivo de duelo nacional fue la muerte del Coronel Alí Gómez, hijo del Benemérito Presidente Electo de la República y Jefe de la Causa, General Juan Vicente Gómez. La epidemia de influenza que invadió a Venezuela hace poco y a la que me referiré en los párrafos siguientes, ocasionó la muerte de aquel bizarro joven que no obstante sus pocos años se había elevado por propios méritos a un alto rango en la milicia y obtenido el nombramiento de Vicepresidente del Estado Aragua. El Coronel Gómez contrajo la enfermedad porque, fiel cumplidor de las Ordenanzas militares y animado de un característico desprecio al peligro, estuvo aliado de sus tropas que padecían el mal auxiliándolas personalmente. El 7 de noviembre dejó de existir aquel noble y valiente guerrero heredero de las virtudes heroicas de su progenitor. El Ejército venezolano perdió en él a uno de sus más brillantes jefes de Cuerpo. Desde su Comandante Supremo -que lo quería con el afecto del padre justamente orgulloso de tal hijo y del superior bien penetrado de las cualidades de tal subalterno- hasta los soldados, en las filas produjo una conmoción dolorosísima a la muerte del Coronel Alí Gómez, porque nuestros veteranos le profesaban cariño entrañable. Y no sólo el Ejército ha deplorado tan inmensa desgracia. Si los elementos militares de la Causa de Diciembre veían en el Jefe del Regimiento “Sucre” una legítima esperanza, también los elementos civiles de ésta sabíamos que en el Vice-presidente de Aragua habían muchas promesas halagüeñas para lo porvenir. La Rehabilitación Nacional nunca se cansará de lamentar aquella muerte.

A mediados de octubre del año pasado comenzó a azotamos el terrible flagelo de la peste conocida generalmente con el nombre de influenza y que con carácter de pandemia ha recorrido el mundo. Para dominar esta gran calamidad no se han omitido esfuerzos, y atento el Ejecutivo Federal a los siempre oportunos y atinados consejos del Jefe de la Causa y Presidente Electo de la República, General Juan Vicente Gómez, dictó todas las medidas necesarias para combatir el mal. Previamente se nombró una Junta de Socorros compuesta de miembros honorables de esta sociedad, presididos por el Ilmo. y Rvdmo. Arzobispo de Caracas y Venezuela y se puso a su disposición la suma de Bs. 800.000 para invertirlos en la eficaz campaña sanitaria que se emprendió con tan plausible fin. Los resultados de esta lucha contra la cruel enfermedad no se dejaron esperar y fue extirpada en Caracas como lo ha venido siendo en todas las demás partes del país. Sólo unas semanas duraron en esta Capital los estragos de la horrible epidemia, porque todos sus habitantes, sin distinción de clases, secundaron la acción del Gobierno y atendieron a la palabra del Jefe de la Rehabilitación para alistarse entre las filas de los defensores de la salud pública. Como en Caracas, en los otros lugares de Venezuela ha sido breve la duración del flagelo, pero son muchas sus víctimas y grande el número de familias que visten luto por causa de aquella calamidad.

El 17 de diciembre del año pasado se expidió un Decreto declarando duelo oficial la muerte del distinguido servidor de la Causa y Presidente Constitucional del Estado Miranda, General Antonio B. Medina.

El 30 de diciembre nombré Secretario General de la Presidencia Provisional de la República al doctor Elías Rodríguez, ciudadano de muchos y relevantes méritos, entre los cuales se destacan su aquilatado partidarismo por el Jefe y por la Causa y su reconocida inteligencia e ilustración. El ha venido desempeñando el cargo a entera cabalidad y con una absoluta consagración a sus deberes.

Esta parte de la Cuenta que os rindo se singulariza por un hecho insólito en las manifestaciones de la opinión pública. Si bien es cierto que todos sabemos cuánta es la popularidad que ha adquirido el Benemérito Jefe de la Causa de Diciembre entre sus conciudadanos -popularidad que ha ganado con las más brillantes ejecutorias en 19 años de eminentes servicios a la Patria-, hasta ahora no se había revelado ese prestigio en la faz que acabamos de presenciar. Bastó el rumor ingrato de que algunos malos hijos de Venezuela fraguaban maquinaciones vergonzosas con el fin de perturbar el orden público, para que palpáramos esa manifestación inequívoca de la fe que inspira el General Juan Vicente Gómez y de la eficacia con que ha logrado rodear su autoridad de cuánto vale y constituye la fuerza efectiva en el país. El alto comercio de Venezuela, lo más sobresaliente en sus colectividades productoras de riqueza y bienestar, de la manera más espontánea han declarado su adhesión al Presidente Electo de la República y Comandante en Jefe del Ejército. Esta declaración, tan explícita como elocuente, emana de personas absolutamente libres de la influencia oficial y exentas de ambiciones o cálculos políticos. Ella viene a comprobar, con avasalladora evidencia, cómo elementos integrantes de la actividad nacional, que en épocas pasadas se mantuvieron en discreto alejamiento de los asuntos públicos o fueron hostiles a situaciones anteriores, se alían hoy, esforzada y categóricamente, al Ciudadano lleno de probidad y de merecimientos que desde las alturas del Poder ha redimido a la Administración Pública de la condición de feria de intereses políticos en que estuvo en aquellas épocas, para restituirla a su rango de centro directivo de la vida normal y próspera del Estado. El General Gómez, que es el trabajador culminante e infatigable en la obra de hacer grande y venturosa a su Patria tiene, pues, en los demás venezolanos que directa o indirectamente contribuyen al mismo fin, un ejército sin fusiles ni cañones con que garantizar también la paz de la República.

Con fecha 26 de enero el Ejecutivo se asoció al duelo de la familia del doctor Miguel Parra Picón, meritorio ciudadano que ocupaba entre vosotros la curul de Senador Principal por el Estado Mérida y desempeñaba en el Ministerio de Relaciones Interiores el cargo de Consultor.

En el campo de las relaciones internacionales se han producido acontecimientos de la mayor importancia para el porvenir del mundo y de primordial interés para nosotros. La prolongada y extensa guerra que se inició en 1914 tuvo su desenlace en el mes de noviembre último, con el triunfo militar de los aliados; y la firma del armisticio puso prácticamente fin a las hostilidades.

Venezuela, que había seguido las alternativas de la guerra con alto espíritu de justicia y sentimientos de la más pura fraternidad para los pueblos en lucha, se apresuró a expresar su regocijo y lo testificó a las potencias con las cuales tenemos constantes y cordiales relaciones diplomáticas.

Entre tanto, la terminación de la guerra ofrece a Europa y al mundo entero graves problemas -como queda dicho en la parte preliminar de este Mensaje. De todos estos problemas el de importancia primordial es hacer perdurable la paz, tan difícilmente y a precio de tan grandes sacrificios alcanzada. Para realizar en la vida internacional esa obra de paz durable fundada en la cooperación de todos los pueblos, el Presidente Wilson, asumiendo una noble iniciativa, ha propuesto una Liga de las Naciones. Los países que habían permanecido extraños a la guerra fueron invitados a considerar el pacto de la Liga en una Conferencia que celebró sus sesiones en París el 20 y el 21 de marzo. El Gobierno de Venezuela fue invitado y concurrió a la Conferencia.

Continúan sobre bases firmes de cordialidad nuestras relaciones diplomáticas. Con los Estados Unidos son estrechas y francas, y de ello se benefician las crecientes relaciones comerciales. Está a punto de firmarse un tratado sobre agentes viajeros de comercio, que responda al deseo recíproco de desarrollar las relaciones comerciales entre los dos países.

El Gobierno de Venezuela al tener noticia de la muerte del ex-Presidente Teodoro Roosevelt, quiso dar en este momento de duelo nacional a los Estados Unidos de América, una prueba de su tradicional e inalterable amistad. El Ejecutivo Federal declaró motivo de duelo público el fallecimiento del ilustre hombre de Estado y las manifestaciones de pésame fueron solemnes y de expresiva sinceridad.

Con los demás países americanos se establecen rápidamente nuevos y fuertes vínculos. Hemos concluido con Bolivia un Tratado de Arbitramento general y obligatorio. Confirmando en la práctica el principio del arbitraje para la solución de los problemas internacionales, permanecemos fieles a nuestra tradición diplomática y damos al porvenir una prenda de paz.

Se conservan sin alteración las excelentes condiciones del trato diplomático entre nuestro Gobierno y el de Colombia. El proceso de arbitramento relativo a la ejecución del Laudo de 1891, sigue su curso conforme a los lapsos y reglas fijadas por el Árbitro, en un ambiente de armonía y cordialidad. Nuestro Gobierno se hizo representar en el acto de tomar posesión de la Primera Magistratura de Colombia el Excelentísimo Señor Doctor Marco Fidel Suárez, acreditando al efecto un Plenipotenciario especial. Fue esta señalada prueba de sincera amistad al país vecino y de singular aprecio para el eminente hombre público.

A la vez que se ha continuado nuestra política tradicional de paz y amistad, se ha dedicado señalada atención a los intereses comerciales de la República en el tráfico exterior. Nunca más que hoy han exigido tales intereses atención escrupulosa. La situación mercantil del mundo ha cambiado radicalmente, y de hecho se han planteado nuevos y delicados problemas de orden económico. Convencido de la excepcional importancia que hoy asumen estas cuestiones, el Gobierno ha creado en el Ministerio de Relaciones Exteriores una nueva Dirección: la de Política Comercial, y una Misión destinada especialmente al estudio, en los Estados Unidos y en Europa, de la situación económica internacional, para guía de nuestra conducta en tales asuntos. El solo anuncio de que estamos prestos a contribuir con nuestro esfuerzo al desarrollo del movimiento mercantil internacional, le ha valido ya al Gobierno el concurso extranjero y ha despertado vivo interés en los países más directamente interesados en nuestro comercio.

La política fiscal que adoptó el Gobierno al comenzar la guerra, es el más elocuente testimonio del acierto con que el Jefe de la Rehabilitación Nacional previó los males que podían sobrevenir al país y trazó la línea firme que debían seguir nuestras Finanzas, para arrostrar la crisis y sostener a todo trance el crédito y el honor de la República. En efecto, mientras que en el desconcierto universal los Estados han visto aumentarse cada día más el peso abrumador de sus deudas y disminuir rápidamente los recursos vitales de sus pueblos, Venezuela ha saldado religiosamente los compromisos de su crédito, erogando Bs. 19.248.941,47 para pagar intereses y gastos accesorios de sus Deudas Públicas, y Bs. 20.433.797,18 para amortizar la Deuda Exterior y cancelar antiguas reclamaciones extranjeras; ha mantenido el equilibrio del Presupuesto, sin recurrir al aumento de los impuestos; ha conservado en las Cajas del Tesoro un depósito de más de treinta millones de bolívares en oro, ha construido grandes carreteras y numerosas obras de utilidad pública; ha sostenido con decoro sus servicios diplomático y consular; ha atendido con el desarrollo de su agricultura a las necesidades perentorias de otros pueblos; ha visto saneadas y embellecidas sus ciudades y sobre todo, a favor de esa firme situación económica, ha podido ver a su pueblo dedicado durante la guerra a las faenas del trabajo, al amparo de una paz inconmovible, confiado en la seguridad de su bienestar y en la grandeza de su porvenir.

Fiel a esa política, el Despacho de Hacienda ha continuado en este año su perseverante labor de organización y perfeccionamiento de la Hacienda Pública, simplificando el mecanismo administrativo de los ramos fiscales y extendiendo a la vez su radio de acción; afirmando el aumento progresivo de la Renta Interna y poniéndola en capacidad de suplir por sí sola a las más urgentes necesidades de la Administración; realizando la estricta recaudación e inversión de las rentas; haciendo más claras, precisas y útiles las operaciones de la contabilidad fiscal; estudiando y formulando la reglamentación de las leyes decretadas por el Congreso de 1918, y cuidando de su cabal aplicación, a fin de que tengan la eficacia prevista por el Despacho cuando expuso los principios esenciales sobre los cuales debían fundamentarse las nuevas Leyes de Hacienda.

Llevadas a tal estado de organización y adelanto nuestras finanzas, podemos orientar nuestra política fiscal y económica hacia los rumbos que nos señalen los sagrados intereses de la República, en la iniciativa que tomarán las naciones ansiosas de recuperar las riquezas y grado de civilización perdidos en la lucha. Las poderosas actividades económicas que van a invadir la América y a transfundir en ella la aceleración del progreso que exige la paz en el Viejo Mundo, encontrarán a Venezuela en una sólida situación fiscal que la permitirá corresponder a todos los estímulos, disponer de cuantos recursos sean necesarios para movilizar sus riquezas naturales y colocarse por su desarrollo económico entre las más avanzadas naciones americanas.

En el Departamento de Guerra y Marina se ha continuado, sin interrupción y bajo la inmediata dirección del Comandante en Jefe del Ejército, General Juan Vicente Gómez, a cuya competencia corresponde dicho ramo, el proceso de organización y mejoramiento inicial proseguido por él en el Ejército y la Marina.

Las guarniciones todas del interior de la República se reorganizaron bajo el mismo pie de formación y raciones que los Batallones de las Brigadas, aumentándose en consecuencia los sueldos de las Planas Mayores y Oficiales al mismo tipo que las de la Oficialidad de las Brigadas.

Se fundaron enfermerías en los Cuarteles de Caracas y Maracay, dotándolas convenientemente.

De acuerdo con el nuevo Decreto del Reglamento Orgánico y Plan de Estudios de la Escuela Militar dictado el 1 de febrero del año próximo pasado, se ha reorganizado de un todo dicho Instituto.

El sólido y hermoso edificio para la Inspectoría y Proveeduría General del Ejército ha quedado de un todo terminado. Se reconstruyó el Cuartel Nacional de Maracay; se han hecho reformas sustanciales en el Castillo Libertador y se ha atendido con el mayor interés a las mejoras y reparaciones de cuantos edificios militares existen en la República, especialmente los Cuarteles Nacionales de la Frontera del Táchira, de Barquisimeto, Ciudad Bolívar, Valencia y La Victoria.

Por Decreto Ejecutivo de 7 de marzo se creó la Jefatura de Frontera en el Estado Táchira, dictándose las medidas concernientes a la inmediata instalación de dicha Jefatura.

En el ramo de Marina se terminaron las importantes reparaciones que se hacían al cañonero Miranda, vapor Salias y bergantín Antonio Díaz y en consecuencia entraron los buques mencionados a prestar de nuevo sus servicios en la Armada.

Por Decreto de 7 de septiembre se dictó el nuevo Reglamento para el Dique y Astillero Nacional de Puerto Cabello, por el cual quedaron convenientemente reorganizadas todas sus dependencias, las que han venido funcionando con la regularidad requerida.

El 5 de enero se refundió en un solo grupo la Escuela Naval que venía funcionando en dos grupos separados, medida tendiente a obtener el mejor resultado de dicho Instituto.

Los Faros de Punta Brava y Barima han sido notablemente reparados, habiéndosele construido al segundo una casa capaz para habitación y oficina de los empleados.

En lo relativo al fomento de las riquezas del país, el Gobierno se ha mantenido constante en el cuidado que nuestras fuentes de producción merecen. El desarrollo que han adquirido últimamente nuestra actividad minera, nuestras industrias y nuestro comercio está en vías de darle a Venezuela situación envidiable en el comercio internacional.

Restablecido el tráfico exterior, nuevo y más poderoso estímulo ofrecerá a las fuerzas vivas del país el capital extranjero, atraído por la confianza que nuestra situación económica le brinda, y Venezuela, a cambio de tan provechoso estímulo podrá ofrecerle a la industria extranjera materia prima en abundancia, con sus productos naturales ampliamente explotados.

Al fomento de tales riquezas han contribuido con las facilidades que prestan a la comunicación entre los diversos lugares de la República, el servicio postal y el telegráfico, los cuales han sido notablemente mejorados en el año de la Cuenta.

En materia de Obras Públicas -siguiendo en todo los asiduos consejos e instrucciones que ha venido dando al Gobierno el General Gómez en su invariable empeño por hacer el bien de la Patria- el Ministerio respectivo ha dedicado especialmente su actividad a los ramos siguientes: Vías de Comunicación, Acueductos y Obras de Saneamiento, todos tres de vital importancia para el desarrollo de la nación.

En cuanto al primero, pueden mencionarse en término preferente: la continuación de los trabajos de la Gran Carretera Occidental de Venezuela y el comienzo de los estudios de la Gran Carretera Oriental; arterias matrices que, provistas de las vías de penetración, construidas o por construir desde el mar hasta empotrarse con ellas, y sus ramales hacia el sur, entre los cuales se cuenta como principales los numerosos ríos navegables existentes en la comarca tributarios del Orinoco, constituirán la solución definitiva del problema de la red de vías de comunicaciones de Venezuela.

Las más importantes carreteras de penetración, a que nos venimos refiriendo, para unir los puertos de nuestras costas marítimas con las dos arterias mencionadas, son: la Carretera Central del Táchira, ya construida hasta San Cristóbal, en prolongación del ferrocarril allí existente; la Carretera Central de Mérida, que debe construirse en prolongación del ferrocarril de Santa Bárbara a El Vigía, pasando por Mérida y Mucuchíes y luego por la hoya del río Santo Domingo hasta Barinas; la Carretera Central de Trujillo, en prolongación del ferrocarril de La Ceiba a Motatán, y que debe continuarse por Boconó y la hoya del río de este nombre hasta Boconó de Barinas; la Carretera de La Vela a Coro, continuada por Carora y El Tocuyo y luego hasta la población de Guanare; la de Puerto Cabello a San Felipe, ya terminada, y que habrá de prolongarse hasta Barquisimeto y de allí, por la hoya del río Acarigua hasta la población de este mismo nombre, y también de Barquisimeto a Trujillo, pasando por Carora, parte que quedará terminada en este año; la Carretera de Ocumare de la Costa a Maracay, recientemente construida, y de notable importancia, por ser la vía más corta entre el mar y el Centro de la República; la de La Guaira a Caracas, reconstruida de modo completo en estos últimos años; la Carretera de Carenero a Caracas, ya terminada en la sección comprendida entre esta capital y la población de Guatire, y que habrá de prolongarse hasta pasar por Valle de la Pascua; la Carretera de Barcelona, capital del Estado Anzoátegui, hasta Aragua de Barcelona, pasando por San Mateo; y por último, las de Cumaná a Cumanacoa y Puerto Francés a Maturín, prolongadas ambas hasta su empalme en Cantaura con la Gran Carretera Oriental y otras más que omitimos aquí en obsequio de la brevedad.

Estas son las principales carreteras que han sido objeto de la atención del Gobierno de la República en el último año, muchas de las cuales están construidas o en vías de construcción, y otras en estudio. El conjunto de ellas, incluidas las dos arterias principales, abarca una extensión de cerca de tres mil kilómetros; hermoso programa que, al estar completamente realizado, será la notación de progreso más trascendental que se haya dado jamás en el país.

Parte de este capítulo ha sido el estudio de nuestros ríos desde el punto de vista de su navegabilidad, para aprovecharlos, debidamente canalizados, como arterias de nuestra red de vías de comunicaciones; estudio emprendido por primera vez en Venezuela y que es de la mayor importancia, no sólo por estar universalmente reconocido que el transporte por agua ha sido siempre el más fácil y económico, sino también porque él viene a resolver el interesante problema de las vías de transporte en nuestras llanuras; comarcas que, por inundarse durante gran parte del año en considerable extensión, hacen muy difícil, si no imposible, el establecimiento de cualquiera clase de vías terrestres de servicio permanente.

En íntima conexión con estas importantes materias se halla la construcción y desarrollo de nuestros puertos marítimos, correspondiendo a esta cuenta, como trabajos efectuados en el último año, las obras terminadas del Muelle de Ocumare de la Costa, ya entregado al servicio público; y la reconstrucción del Muelle de Guanta, obra sumamente interesante que estaba en estado ruinoso y que se reconstruye actualmente con materiales de concreto armado, de gran durabilidad y resistencia.

El segundo capítulo de las Obras Públicas que ha merecido preferente atención del Gobierno en el año retropróximo, y que es no menos interesante que el primero, ha sido el ramo vital de los Acueductos de nuestras poblaciones. Terminadas las obras, pudiera decirse trascendentales, de los Acueductos de la Capital de la República, el Gobierno dictó sin demora un Decreto ordenando la construcción del Acueducto de La Guaira, principal puerto de Venezuela, cuya penuria de agua potable era verdaderamente inconcebible, Decreto que se está hoy ejecutando con la actividad que requiere tan imperiosa necesidad; y así mismo en la ciudad de Barquisimeto, a más de algunas obras de mejora realizadas en su actual Acueducto, se estudia la construcción de una nueva obra, de capacidad diez veces mayor que la actual, tal como lo exige la importancia de aquella población.

Con respecto al saneamiento de nuestro territorio, que constituye el tercer capítulo de las Obras Públicas, a que arriba me he referido, es asunto que ha venido preocupando al Gobierno en grado sumo y acerca del cual ha elaborado recientemente el Ministerio del ramo un vasto plan, que envuelve el propósito de llevar nuestro servicio de sanidad a la altura que ha alcanzado esta importante materia en el mundo civilizado.

Para iniciar la ejecución de este programa ha dictado el Ejecutivo Federal cuatro Decretos concernientes, respectivamente, a la construcción de Estaciones de Cuarentena en las cercanías de La Guaira y Puerto Cabello, a la fundación de un Hospital de Aislamiento en los alrededores de la ciudad de Caracas, al establecimiento de una Oficina de desinfección dependiente de la de Sanidad Nacional, y a la instalación de un Horno Crematorio para efectuar la incineración de los desperdicios provenientes del aseo urbano en la Capital de la República; asuntos todos, como se ve, de vital importancia desde el punto de vista de la salud pública.

El primero de estos Decretos, que dispone la construcción de Estaciones de Cuarentena en dos de nuestros principales puertos, viene a satisfacer una necesidad pública reclamada ya imperiosamente por las prácticas sanitarias que rigen hoy el comercio de las naciones; y los otros, referentes al completo saneamiento de la ciudad de Caracas, envuelven el propósito altamente progresista de llevar a esta ciudad a la altura demarcada por el progreso moderno en este interesantísimo ramo, como conviene a la importancia de la Capital de Venezuela y aun al mismo crédito del país.

Y finalmente, como punto culminante de este programa, en cuya realización se interesa primero que ninguno el General Gómez, es del caso mencionar aquí el magno proyecto de las cloacas de Caracas, que el Ministerio de Obras Públicas ha venido estudiando y preparando en todos sus pormenores, para su próxima ejecución; obra de Ingeniería sanitaria de grande aliento, que por su magnitud había sido irrealizable hasta la fecha, y que constituye en el presente caso un magnífico complemento de las obras hidráulicas realizadas recientemente en la ciudad, para aumentar y sanear las aguas destinadas a su abastecimiento. Tal ha sido, descrita a grandes rasgos, la ingente labor del Gobierno en el importante ramo de las Obras Públicas durante el último año; en cuya relación se han omitido, naturalmente, multitud de obras de valor secundario, así como también los pormenores y detalles de los proyectos y de los trabajos realizados, los que se encontrarán, debidamente especificados, en la Memoria respectiva.

El Despacho de Instrucción Pública se ha ocupado con el mayor interés en la efectividad de la enseñanza, fomentando su desarrollo por todos los medios que ha tenido a su alcance y procurando que revista el carácter práctico que necesariamente requiere para ser verdaderamente provechosa. Con este propósito ha reorganizado las Escuelas primarias, muchas de las cuales han sido transformadas o trasladadas a centros donde eran más necesarias, las ha seguido dotando del material escolar que las circunstancias han ido permitiendo, ha estimulado con el apoyo de las autoridades civiles la asistencia escolar, ha organizado los horarios y programas de enseñanza, ha hecho más concisa la correspondencia sobre datos estadísticos y funcionamiento de los planteles en general, creado nuevas Escuelas de Enfermeras en Maracaibo, Mérida y San Cristóbal, servidas con noble desinterés por un personal que está dando ya resultados muy halagadores; ha creado Estaciones Pluviométricas, convenientemente distribuidas en todo el país; ha atendido debidamente al Internado de las Escuelas Normales y ha cuidado de la inspección técnica en general.

En Valencia ha sido creada una Cátedra de Modelado Industrial, como aplicación de la Enseñanza Manual; los planteles graduados de Caracas han sido provistos de la dotación necesaria para los trabajos en madera; se ha atendido a la enseñanza práctica en Mérida, gracias a la erogación especial hecha por vosotros en vuestra reunión del año pasado; se ha creado el curso de corte y modistería en la Escuela Normal de Mujeres y ha sido ampliado el Taller de Litografía en la Escuela de Artes y Oficios para Hombres.

El Despacho implantó las reformas que creyó más practicables para llevar una exacta estadística escolar y presenta, como consta en los documentos de la Memoria respectiva, los cuadros correspondientes a la asistencia habida en el año de la Cuenta.

El estado de los edificios ha sido debidamente atendido, haciéndoseles las reparaciones y mejoras que ha sido posible, algunas de ellas de importancia, como la construcción de un departamento especial en el Observatorio Cajigal, donde fue colocado el círculo meridiano; refacciones al edificio de la Universidad de Los Andes y construcción de una caseta para gasómetro en la Escuela de Medicina. El Liceo de Niñas ha sido instalado en un magnífico edificio de propiedad nacional.

Además, el Despacho de Instrucción Pública se ocupó con el mayor interés en lo relativo a la adjudicación de los Premios “Vargas” y “Cecilio Acosta”, conferidos, respectivamente, por las Academias Nacional de Medicina y de Ciencias Políticas y Sociales y en la celebración de la Fiesta del Árbol, acto en el cual fueron sembrados más de quinientos por la propia mano de los alumnos en la Estación Experimental de Agricultura, cuya conservación y progreso ha quedado a cargo del Ministerio de Fomento.

Es de mencionarse muy especialmente el acto de justicia recaído en la persona del Jefe de la Causa, General Juan Vicente Gómez, al serle conferida la Medalla de Honor de la Instrucción Pública por Decreto Ejecutivo de 3 de septiembre de 1918.

A la poderosa iniciativa de tan eximio Ciudadano y a su constante y patriótico empeño debe nuestra Instrucción Pública el grado de adelantamiento que ha alcanzado en los últimos años, y de ahí que el país entero acogió el acto en referencia con las más expresivas demostraciones de aplauso.

Queda expuesta en síntesis la labor administrativa y política del Gobierno durante el año de que os doy cuenta.

Hoy como ayer he procurado servir de la mejor manera a la República y a tal fin he tenido siempre como saludable ejemplo la grandiosa obra verificada desde 1908 por el Jefe de la Rehabilitación Nacional, General Juan Vicente Gómez, para dicha y grandeza de la Patria. Quienes formamos parte en la actual situación, para no desviarnos del cumplimiento de nuestros deberes, tenemos la gran ventaja de poder inspirarnos en aquel ejemplo integrado por la ejecución práctica, durante diez años, de las siguientes promesas contenidas en el Programa de Diciembre: Hacer efectivas las garantías constitucionales, practicar la libertad en el seno del orden, respetar la soberanía de los Estados, amparar las industrias contra odiosas confabulaciones, buscar una decorosa y pacífica solución para todas las contiendas internacionales, vivir vida de paz y de armonía y dejar que sólo la Ley impere con su indiscutible soberanía. Esta es la norma a que he ceñido mis procedimientos como Presidente Provisional de la República, con la singular fortuna de haber estado asistido, cuantas veces lo exigí, por los consejos del General Juan Vicente Gómez, del eminente Magistrado que concibió aquel Programa y lo ha venido observando hasta ahora con la aprobación y el apoyo de todos los hombres de bien.

Recibid mi Mensaje, que finalizo con un voto muy sincero porque Dios os inspire en vuestra legislatura de 1919.

Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:

V. MÁRQUEZ BUSTILLOS.
Miraflores, 30 de abril de 1919.

(Extraído del Libro “Mensajes Presidenciales”, Tomo IV, 1910-1939, Presidencia de la República, Caracas, 1971, Págs. 99-117).




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