MENSAJE QUE EL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA
PRESENTA AL CONGRESO NACIONAL EN 1928.
Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:
Os saludo y saludo en vosotros al pueblo venezolano que dignamente
representáis. Recibid mis patrióticas felicitaciones por vuestra reunión
constitucional.
Cumpliendo un deber que me es grato vengo a presentaros este
Mensaje. No trataré en él sino de los hechos más resaltantes de la política y
la administración, ya que todos los demás os los expondrán los Ministros del
Despacho en sus Memorias.
Ha seguido la República gozando del bien inestimable de la paz. No
fue bastante a encender la guerra civil la reciente sublevación, en esta
Capital, de varios oficiales subalternos del Ejército, sobornados por mis
enemigos, que también lo son de la tranquilidad y prosperidad de Venezuela.
Armas vedadas han usado siempre para combatirme, sin lograr ni siquiera alterar
la serenidad de mi ánimo. Nunca la ira, ni aún la justa indignación, me han
dominado ni inducido a medidas de represión que no autoricen nuestras leyes y que
no sean absolutamente necesarias en resguardo de la paz. No he levantado
patíbulos; y cada vez que he creído posible que la misericordia atempere el
rigor de la justicia he dejado obrar aquella. En marzo del año próximo pasado
puse en libertad a todos los detenidos por motivos de orden público; y convertí
en depósito de materiales para obras de utilidad general la Rotunda de Caracas.
Lleno de júbilo, hice constar en mi Alocución a los venezolanos, de primero de
enero de este año, que no había presos políticos, y que a nadie le estaban
cerradas las puertas de la Patria. Mas unos cuantos venezolanos, que vagan por
México y otros países de América, prefirieron quedarse en el extranjero,
laborando por la ruina de la tierra que los vio nacer; adscritos, algunos, a
intereses contrarios a los de Venezuela, y afiliados, otros, a organizaciones
de principios o tendencias comunistas. Por medio de sus emisarios y agentes
hicieron en Caracas una propaganda falaz, y encubriendo sus verdaderos
propósitos lograron seducir una parte de la juventud universitaria y del gremio
de dependientes de comercio de la capital.
De esto provinieron las manifestaciones tumultuosas de fines de
febrero, aquí verificadas, en las que ya se dejó ver una actitud subversiva.
Extremando, sin embargo, la benignidad y la tolerancia, me limité a ordenar que
se detuviera por diez días a los estudiantes que, en son de protesta por el
arresto efectuado en tres de sus compañeros, se presentaron también. Al cabo de
ese corto tiempo todos ellos fueron puestos en libertad, y lo mismo,
seguidamente, varios otros ciudadanos, arrestados en Caracas con motivo de las
manifestaciones mencionadas. Tales incidentes dieron ocasión en el extranjero,
por parte de los venezolanos a que arriba aludí, de la prensa de México y de
algunos periódicos de Colombia, a las más fantásticas historias acerca de una
sangrienta represión que no existió sino en la imaginación de quienes la
narraron. Arreció en esos mismos días la propaganda clandestina en la Capital;
y al fin estalló, el siete de los corrientes en la madrugada, en forma de
traición militar y asesinatos a mansalva, el movimiento que se venía
preparando; el cual, como era natural que sucediese, fracasó miserablemente.
No afectan estos crímenes, obra de un reducido número de
delincuentes, el buen nombre del Ejército ni su intachable lealtad. Tampoco
significan nada contra la sensatez, el amor al orden y la adhesión a mi
Gobierno del pueblo venezolano que con horror los condena.
Es firme la paz y sólida nuestra situación política. En el
interior se mantienen en la mayor cordialidad, dentro de las normas legales,
las relaciones de los Poderes Nacionales entre sí y con los Estados; así como
las de éstos, unos con otros. En lo internacional está en paz la República con
todas las naciones de la tierra y con casi todas cultiva relaciones.
Complace al patriotismo que residan en Caracas los respetables
Cuerpos Diplomático y Consular que en ella tienen su asiento. Mediante su
imparcial información se sabrá, sin duda, la verdad, en sus respectivos países,
cada vez que la perfidia o la maledicencia tergiversen, en el extranjero, lo
que en Venezuela ocurre.
En lo económico y administrativo las cifras que paso a exponeros
hablan el lenguaje de los hechos cumplidos. Después de haberse atendido todas
las erogaciones previstas en la Ley de Presupuesto y las correspondientes a los
cuantiosos Créditos Adicionales que someterán a vuestra aprobación los
Ministros del Despacho, los fondos de reserva del Erario Nacional ascendían a
Bs. 113.027.382,96 para el 31 de marzo próximo pasado, cantidad que más o menos
se conserva hoy la misma. El total de la Deuda Nacional, sumando la interna y
la externa, que era de Bs. 85.148.452,06 para el 31 de diciembre de 1926 quedó
reducido, para la misma fecha de 1927, a Bs. 77.990.525,81. Así, pues, lo que
adeuda la República representa apenas una fracción de lo que en dinero efectivo
guarda en sus arcas.
Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:
Os pido la creación de un Banco Agrícola y de un Banco Obrero, con
capitales iniciales de treinta millones de bolívares el primero y de seis
millones de bolívares el segundo, destinados, principalmente, a facilitar
dinero, en calidad de préstamo, con largos plazos de amortización e interés
módico, aquél a los agricultores y criadores para el fomento y desarrollo de
sus industrias, y éste a los obreros y artesanos a fin de que puedan hacerse
dueños de viviendas propias. Verán así los hombres de trabajo de la República
que ésta cuida de su bienestar: los hacendados, porque con el Banco Agrícola se
realizará, en su favor, una institución por la cual se venía clamando en
Venezuela desde hace cerca de cien años; y los elementos laboriosos de las
clases pobres, porque con la creación del Banco Obrero se adelantan los Poderes
Públicos a satisfacer sus justas aspiraciones de mejoramiento. Respetuosamente
os exijo que dictéis en vuestras actuales sesiones las Leyes respectivas, de
modo que ambos Bancos puedan comenzar a funcionar el primero de julio del
presente año. Pienso que en las expresadas Leyes debe quedar bien claro que
estos Institutos no emitirán billetes ni cédulas. Cuando sea menester, la
Nación aumentará, con dinero del Erario Público, el capital inicial de cada uno.
También os pido otra Ley que establezca un puerto libre en
Turiamo. Allí pueden anclar los buques de mayor calado, y debemos aprovechar
esta ventaja natural para convertir dicho sitio en uno de los principales
centros mercantiles de Venezuela, y aun de todo el Mar Caribe, dándole al
comercio las ventajas que le traerá recibir grandes lotes de mercancías sin
tener que pagar derechos de importación sino al retirarlas de los depósitos.
Una vez promulgada la Ley que os recomiendo, y que no dudo dictaréis también en
vuestras actuales sesiones, procederá el Ejecutivo Federal a construir los
almacenes, las obras del puerto y las vías necesarias para su acceso a él por
tierra.
Recordad que el Situado de los Estados debe aumentarse en la nueva
Ley de Presupuesto, en fuerza de la trascendental reforma constitucional de
1925; aumento que, sin duda, dedicarán ellos a Fomento y Obras Públicas,
exclusivamente, desde luego que los demás ramos del servicio los cubren con sus
actuales rentas.
Por lo demás, mi Gobierno se propone seguir desarrollando, en
mayor escala aún que hasta ahora, el vasto plan de Obras Públicas cuya
realización ha sido su objetivo constante. El Ministro del Ramo os explicará,
en su Memoria, las que se han llevado a cabo durante el período que este
Mensaje abarca, y las ya decretadas, cuya construcción comenzará pronto. Entre
éstas, y por tocar también al Departamento de Instrucción Pública, mencionaré
los Edificios que han de levantarse en la ciudad de Mérida para el mejor
funcionamiento de su antigua Universidad.
Podemos llevar a cabo, con nuestros propios fondos y sin necesidad
de ocurrir a empréstito alguno, los tres grandes proyectos que arriba os he
sugerido, y además las obras públicas pendientes y las nuevas que decretare mi
Gobierno.
Antes de concluir, y porque os satisfará saberlo, os comunico que
he dispuesto la publicación, que comprenderá muchos volúmenes, del Archivo del
Generalísimo Francisco de Miranda; y que, recientemente, he recibido la parte
del Archivo del Libertador que había quedado en poder de su Albacea, D. Juan de
Francisco Martín. Su nieto, el ilustre diplomático español D. José María
Quiñones de León, Embajador de Su Majestad el Rey de España ante el Gobierno de
la República Francesa, ha hecho donación de estos interesantes documentos, por
mi órgano, a la Nación venezolana. En nombre de mis compatriotas todos he dado
las más expresivas gracias al señor Embajador.
Ciudadanos Senadores. Ciudadanos Diputados:
Mi conciencia me dice que he cumplido mi deber. Si así ha sido, a
vosotros os toca declararlo, previo el examen de todos los actos de mi
administración. Espero con tranquilidad vuestra decisión.
Dios os guarde, ciudadanos Legisladores.
J. V. GÓMEZ.
Caracas, 21 de abril de 1928.
(Extraído del Libro “Mensajes Presidenciales”, Tomo IV, 1910-1939,
Presidencia de la República, Caracas, 1971, Págs. 221-224).
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